Es aquí, en la serranía conquense, donde se produce entre el 80% y el 90% del mimbre español, pero los camiones llegan, cargan la materia prima y la llevan allí donde todavía es rentable la artesanía mimbrera. Aquí dejó de serlo hace tiempo, pero la vista no escapa al encanto que teje su tupida alfombra en las angostas vegas. El color rojizo que adquieren los cultivos de mimbre dibuja un pintoresco paisaje bañando por una lengua de fuego estas tierras.

Las vegas cultivadas de mimbreras que, a finales de octubre, desnudos ya de hojas, forman un tapiz kilométrico de millones de ramillas de color púrpura, ofreciendo uno de los mayores espectáculos cromáticos del paisaje español, sólo comparable con el incendio otoñal de los hayedos.

Es la época de la recolección del mimbre y el paisaje se llena de miles de haces rojizos a la espera de su elaboración. Mimbres y mimbres a la orilla de la carretera, en los estanques, junto a los huertos, en la puerta de las casas. Dicen que el mejor es precisamente el de este lugar, las tierras que van de Cañamares a Beteta, el que crece en plena serranía

Esta planta (Salix purpurea) semejante al sauce de cuyo tronco se extraen las flexibles y resistentes ramas, el mimbre, que se teje para crear muebles, cestos y otros objetos útiles. En el tejido se utiliza el tallo y las ramas de la planta, ya sea en todo su grosor para el marco o en lonjas cortadas longitudinalmente para el tejido propiamente tal.

Descargas: Folleto turístico de la Ruta del Mimbre