Los Altos Hornos de Beteta

Los Altos Hornos de Beteta y la mina de hierro de Cueva del Hierro representan un capítulo destacado en la historia industrial de la Serranía de Cuenca. Durante el siglo XX, el agotamiento de los yacimientos cercanos llevó a la constitución, en 1957, de la empresa Santa Ana de Cuenca, con sede en Beteta. Su objetivo era procesar el hierro extraído de Cueva del Hierro mediante la construcción de un alto horno. Esta mina, activa desde tiempos romanos, suministraba siderita de alta calidad que, mediante el uso de carbón vegetal en el proceso de fundición, producía un hierro libre de impurezas como el fósforo y el azufre, un material muy apreciado por su pureza y resistencia.

Aunque prometedor, el proyecto se enfrentó a grandes desafíos técnicos y logísticos. El transporte del mineral desde la mina hasta el horno, a pesar de la cercanía, resultaba dificultoso, y la producción a gran escala, que alcanzaba hasta 15 toneladas de lingote al día, requería una infraestructura robusta que los hornos de Beteta no lograron consolidar por completo. Además, el lingote producido, aunque de excelente calidad, tuvo dificultades de comercialización debido a los altos costes asociados al consumo de carbón vegetal, lo que hizo que el producto fuera menos competitivo frente al hierro de otras regiones.

Tras varios intentos de adaptación y algunas operaciones comerciales exitosas, el complejo cesó sus actividades en 1961. A pesar de su corta vida, este proyecto dejó una huella en la economía y el patrimonio de Beteta, y hoy sigue siendo un símbolo de la dedicación y el esfuerzo de sus habitantes por impulsar el desarrollo industrial. De este episodio ha quedado el barrio de los hornos, ubicado a la salida de Beteta en dirección a El Tobar, donde se construyeron las viviendas para albergar a los trabajadores encargados de la construcción del alto horno, y el propio horno, que todavía se conserva en pie.

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