A un kilómetro y medio de Beteta (o según cuentan las crónicas de viajes: a un tiro de bala), se encuentra laermita de Nuestra Señora de la Rosa, construida en el siglo XVII, si bien ya en el siglo XVI las visitas diocesanas documentan la existencia de la ermita de Nuestra Señora en el lugar llamado “el Rosal”, según marca la tradición, donde apareció la sagrada imagen de la Virgen de la Rosa.

Es una ermita de grandes proporciones si la comparamos con otros templos de la Sierra. Posee una sola nave con arcos formeros, pilastras y tres bóvedas de arista; el cabecero, donde se encuentra el presbiterio,  está cubierto con bóveda de media naranja o cúpula semiesférica, situada sobre pechinas y con decoración barroca.

A la ermita se accede a través  del atrio –patio principal del templo- teniendo la entrada al lado Sur,  con un pórtico de arco de medio punto y enmarcado con pilastras, bajo un pequeño porche a tres aguas sobre columnas de piedra. Al este se encuentra el cementerio en el que apenas se conservan lápidas, y junto a él, la casa del santero o ermitaño, que pertenece a la familia de la Sierra, hoy en estado de ruina.

Nuestra ermita tiene una situación privilegiada en medio de una excelente vega de regadío, en la que podremos encontrar numerosos pequeños manantiales, algunos tan pintorescos como el cercano de los Baños de la Rosa por donde el agua adquiere un curioso color rojizo como consecuencia de la composición ferruginosa de las tierras que forman el lecho y que dan propiedades mineromedicinales a sus aguas calientes

Dos veces al años se viene en romería a esta ermita: una en mayo para bajar a la Virgen de la Rosa y otra a finales de agosto o principios de septiembre para volverla a subir al pueblo.